Yolanda, 29 años en la Salita de Aparicio

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  En una de las paredes del impoluto recibidor de la Sala de Primeros Auxilios de Aparicio está colgado el cuadro, el más tradicional, el más difundido, con la foto de una enfermera que conocemos de vista, pero igual nos pide silencio desde que éramos chicos; hay más cuadros y plantitas y una radio que ahora está en silencio pero tiene la luz prendida, solamente le han bajado el volúmen, solamente.

           Yolanda Gregorcick, que estudió enfermería cuando tenía 50 años y se enamoró de su profesión, el último viernes de febrero supo que abriría las puertas por última vez, el último viernes de febrero se retiraba de su trabajo, maravilloso trabajo en la Salita de Aparicio. De a poquito empezaron a llegar los amigos a saludarla, agradecerle; los ojos de la mujer cobraron la luz especial de la emoción, brillo transparente que no necesita palabras; se hace entender solo porque viene desde la entraña más profunda del corazón.

            Sentada detrás de un escritorio al que poblaron de sandwichs y gaseosas, Yoli, percibió emoción también en sus amigos, de allí que uno a uno fueron expresándole su gratitud y a su turno el propio intendente municipal, Raúl Reyes, fue quien en nombre de los dorreguenses y con marcada emoción le agradeció por su entrega, sacrificio, predisposición y la instó a seguir ligada a la Sala de Primeros Auxilios a través de la comisión.

            Una plaqueta le fue entregada y luego del aplauso Yoli que se había prometido no llorar, no lo logró y estaba bien porque en definitiva un llanto de alegría y emoción suma al recuerdo para atesorar más poderosamente el momento.

            También recibió un paquete de regalo; lo desenvolvió como un niño en un día de cumpleaños, levantando la vista y sonriendo, adivinando «a ver de qué se trataba». Era una radio. «Todas las mañanas prendo temprano la radio y me entero de las noticias; es una costumbre». Todos sus amigos lo sabían y quisieron, acertadamente, que Yoli siga prendiendo la radio temprano, para no perder todas las costumbres.

            Vinieron luego las anécdotas, los relatos de cosas pasadas en 29 años de labor, de jornadas de nervios tensos y de las otras.

           Yoli se quedó con las ganas de estrenar los «broches» que se utilizan en los nacimientos; eso sí, vio nacer afectos largos, duraderos y se lo hicieron notar.

No hay que esforzarse mucho para imaginar a Yoli entrando a la Sala de Primeros Auxilios, para darse una vuelta en la tranquilidad del pueblo y de soslayo mirar la radio, esa que supo acompañarla.

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